Por Alejandro Urueña  y por María S. Taboada

La inteligencia artificial (IA) está aquí. No como una promesa lejana o un concepto futurista, sino como una realidad que ya atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas. Desde la salud hasta la educación, desde la banca hasta la justicia, la IA está configurando nuestro presente y reescribiendo nuestro futuro. Pero en este avance imparable, surge una pregunta vital: ¿cómo podemos asegurarnos de que las máquinas inteligentes actúen de manera ética y justa? La respuesta podría estar en un concepto que está redefiniendo la relación entre humanos y máquinas: la llamada Inteligencia Artificial Constitucional.

Este nuevo enfoque Marco constitucional de Claude AI: una guía técnica para la IA constitucional, liderado por empresas como Anthropic, no solo busca crear máquinas más inteligentes, sino más justas. ¿Estamos ante una nueva era de IA, donde cada modelo está gobernado por una serie de principios axiológicos, un fundamento ético de base? Uno de los modelos más avanzados que encarna esta visión es Claude AI, una IA cuyo núcleo está impregnado de valores que parecen atravesar sus formas de procesamiento y que constituyen su “Constitución”. ¿El resultado? Un sistema diseñado para responder con precisión y con un direccionamiento moral.

¿Una IA que respira principios humanos?

Imaginemos una IA que no solo procesa información, sino que actúa según conceptos extraídos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una IA que, en lugar de producir resultados ciegamente eficaces, es guiada para evitar el daño, proteger la privacidad y promover la igualdad. Este parece ser el objetivo de la IA Constitucional.

Claude AI ha sido entrenada para evitar respuestas que perpetúen el racismo, la discriminación de género o la difusión de información peligrosa. Y no solo eso: revisa sus propias respuestas y se corrige. Suena casi humano. La pregunta que cabe es ¿tiene conciencia para tomar decisiones? Porque una cosa es recibir entrenamiento para reproducir determinadas formas de procesamiento y otra es poder tomar decisiones autónomas en función de valores y vínculos con los otros y de la capacidad para ponerse en el lugar de los otros cooperativamente, garantizando sus derechos y respetándolos como a uno mismo.

Aún con estos interrogantes a cuestas, no podemos dejar de señalar que constituye un avance frente a los sesgos que se perpetúan en los algoritmos. Se trata de una tecnología cuyos creadores asumen la necesidad de incluir la ética en el ámbito digital.

Para muchos de nosotros, ésta puede ser la materialización de una utopía largamente deseada: que las máquinas que diseñamos no solo nos sirvan, sino que también sean responsables de sus decisiones, como lo somos los humanos ante las leyes y normas que nos rigen.

El camino del aprendizaje ético

El proceso detrás de Claude AI comporta una operación de aprendizaje en dos fases que le permite mejorar constantemente. Durante la primera fase, Claude AI genera respuestas a las preguntas que le plantean los usuarios y luego las revisa, comparándolas con las categorías éticas de su “Constitución”. Si detecta algo que no está alineado con esas categorías, se autocorrige.

En la segunda fase, la IA se enfrenta a una de las mayores limitaciones de los modelos de aprendizaje tradicionales: la necesidad de supervisión humana constante. Pero aquí, Claude rompe ese molde, utilizando retroalimentación generada por otras IA en lugar de depender de humanos. Este modelo, conocido como Reinforcement Learning from AI Feedback (RLAIF), permite que Claude evolucione de manera escalable y eficiente, ajustándose a una cantidad masiva de interacciones sin requerir una intervención humana en cada paso.

Sin embargo -y sin dejar de señalar el salto cualitativo de la IA Constitucional- no podemos ignorar interrogantes que siguen en pie. El hecho de que Claude AI esté guiada por principios predefinidos plantea preguntas críticas: ¿de quiénes son esos valores? ¿representan realmente los intereses de todas las personas? ¿cómo evitamos que esos principios reflejen los sesgos de sus creadores? Porque, hasta ahora, aún la IA Constitucional no ha logrado la capacidad de discernir como un humano.

Las respuestas que Claude proporciona pueden verse afectadas por los valores culturales de quienes la diseñaron. Aquí radica la importancia de que la creación de estas “Constituciones” sea un proceso inclusivo y democrático. Si la IA va a ser parte de nuestras sociedades, entonces los principios que la rigen deben reflejar a la humanidad en su conjunto, no solo a una fracción de ella.

La IA como reflejo de la humanidad: el desafío final

Claude AI es, sin duda, un avance insoslayable hacia un futuro donde las máquinas no solo sean eficientes, sino que se sustenten en valores éticos. Pero la verdadera prueba estará en cómo gestionamos la complejidad de los dilemas éticos que enfrentaremos. Desde el derecho a la privacidad, hasta la libertad de expresión, pasando por la toma de decisiones en temas críticos como la salud o la justicia, el comportamiento de estas IA puede tener un impacto significativo en la vida de las personas.

No podemos olvidar que, en última instancia, la IA es un reflejo de nosotros mismos. Si bien Claude AI puede ayudarnos a alcanzar un futuro más ético, también nos recuerda que ese futuro depende de la diversidad de voces y perspectivas que integren sus principios. No podemos permitir que nuestras IA, tan poderosas como son, se conviertan en cajas negras que tomen decisiones sin que entendamos por qué o cómo.

Claude AI y la Inteligencia Artificial Constitucional nos plantean un desafío emocionante: ¿podemos crear máquinas que actúen con lógica y precisión y con conciencia de la justicia y de la ética? Si la respuesta es afirmativa, entonces quizás estemos ante el comienzo de una nueva era, no solo de la tecnología, sino de un renacimiento moral impulsado por mentes brillantes comprometidas humanitariamente.

El futuro está aquí, y la pregunta ya no es si la IA cambiará el mundo, sino cómo decidiremos que lo haga.

Alejandro Urueña  y por María S. Taboada / Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Abogado. Diplomado en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales.

María S. Taboada / Lingüista y Mg. en Psicología Social. Prof. de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüísticas de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT